jueves, 29 de diciembre de 2011

Fugitiva de sus penas.



Como el mayor de los miedos recorriendo sus venas, el miedo a fallar se hacia cada vez más grande. Las lágrimas se hicieron dueñas de sus ojos y ya no pudo parar, sabia que lo había echo mal y por ello se sentía la peor persona del mundo. Intento sanar sus penas con alcohol pero eso solo le causo un efecto temporal. Le dijeron que la música era la mejor medicina contra la tristeza, a si que, se encerró en su habitación y con los cascos puestos, subió el volumen hasta no oír sus pensamientos, por un instante se olvido de todo. Pero fue efímero, y tal como subió, volvió a caer. Ya no podía hacer nada, era incapaz de bajarse de esa montaña rusa que era su vida y que, poco a poco, la estaba matando por dentro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario